En este IV Domingo de Pascua, dedicado al Buen Pastor. Reflexionaremos una pequeña parte de la Homilía sobre los Evangelios de San Gregorio Magno (540-604). Fue el sexagésimo cuarto papa de la Iglesia Católica. Es uno de los grandes padres de la Iglesia latina o de occidente. “Yo soy el buen pastor, yo conozco a mis ovejas, es decir las amo. Y mis ovejas me conocen. Como queriendo decir abiertamente: correspondo al amor de quien ama. El conocimiento precede siempre al amor de la verdad. Pregúntense, estimadísimos, si son ovejas del Señor, si lo conocen, si conocen la luz de la verdad. Hablo no solamente del conocimiento de la fe, sino también de aquel del amor; no solamente de creer sino también de obrar. San Juan, el evangelista, en efecto explica: ‘Quien dice: conozco a Dios, pero no observa sus mandamientos, es un mentiroso’ (1 Juan 2:4)”. Y continúa su homilía: “Como el Padre me conoce y yo conozco al Padre, y ofrezco la vida por las ovejas” (San Gregorio).
Nuestro actual Pastor, el Papa Francisco, nos da el mensaje de la siguiente manera: “Nuestra vida está totalmente segura en las manos de Jesús y del Padre, que son una sola cosa: un único amor, una única misericordia, reveladas de una vez y para siempre en el sacrificio de la cruz. Él es nuestro guía, nuestro maestro, nuestro amigo, nuestro modelo, pero sobre todo es nuestro salvador. A veces Jesús nos llama, nos invita a seguirle, pero tal vez sucede que no nos damos cuenta de que es Él”. ¿Qué voces escuchas actualmente? ¡Señor, que sea uno contigo y escuche tu voz!
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Oveja reacia
Las ovejas tienen una mala reputación lingüística. Algunos se apresuran a etiquetar a las personas como "ovejas" si creemos que no han cuestionado lo suficiente la autoridad o si están demasiado dispuestos a aceptar el plan de otra persona. Decimos que alguien tiene "la lana sobre los ojos" si no está dispuesto a ver lo que creemos que es muy obvio. "Un lobo con piel de oveja" es lo que llamamos a alguien que busca aprovecharse de aquellos demasiado crédulos para identificar una amenaza real.
Tomando todo esto en cuenta y considerando la frecuencia con que se nos refiere como ovejas en las Escrituras, realmente debes preguntarte si Dios está tratando de decirnos algo sobre nosotros mismos.
Si observas la fraseología asociada con las ovejas, no es de extrañar que nadie quiera ser una. Las ovejas son inocentes. Las ovejas no pueden protegerse a si mismas. Son vulnerables y se les puede engañar fácilmente.
Queremos vernos a nosotros mismos como lo opuesto a todo eso. Nos gusta pensar que somos astutos, con mucho sentido común. Queremos creer que no tenemos que depender de nadie para nada. Preferiríamos identificarnos con el lobo que con la oveja; al menos el lobo puede cuidar de sí mismo.
Hacemos esto porque a menudo resistimos la necesidad de descansar en la grandeza de Dios. Como un niño que camina solo a la escuela por primera vez (olvidando que su mamá lo está siguiendo atentamente en el auto), queremos pensar que podemos manejarlo todo por nosotros mismos.
La verdad es que Dios está tratando de decirnos algo comparándonos con ovejas: no tienes que hacer esto tu solo.
Cada vez que miro un obstáculo y pienso que no hay forma de evitarlo, me estoy olvidando de que tengo un pastor que conoce la ubicación de la puerta.
— Tracy Earl Welliver, MTS
La alegría de la resurrección sigue en nuestras asambleas litúrgicas. Las oraciones y alabanzas, junto con la antífona de entrada, nos ayudan a reflexionar en ello: “Aclamen al Señor, habitantes todos de la tierra, canten un himno a su nombre, denle gracias y alábenlo. Aleluya”. Se apareció resucitado a sus discípulos en Galilea. Les preparó un suculento desayuno y les invitó diciendo: “Vengan a desayunar. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle quien era, pues sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo repartió. Lo mismo hizo con los pescados” (Juan 21:12-13).
“Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos” (Juan 21:14). Tres veces les saluda brindándoles su paz, y les prepara el desayuno. Luego de desayunar, Jesús le pregunta a Pedro si lo ama. Tres veces fue la pregunta y Pedro responde tres veces la misma respuesta: “Si, Señor, tú sabes que te quiero”. A lo que Jesús agrega como respuesta: “Cuida, y apacienta a mis ovejas”. Cada domingo en la Eucaristía, el Señor nos hace la misma invitación. Vengan, vengan católicos al banquete celestial. No sean sordos a mi invitación. Cuiden y apacienten a su familia, a sus amigos y a las personas sin voz. El Evangelio del resucitado es acción, y movimiento repleto de justicia y esperanza. Seamos como Pedro que lloró amargamente el haberle negado tres veces el Viernes Santo. Y ahora, en este episodio, su compromiso filial es amar al Señor hasta el martirio. ¿De qué forma profesamos nuestro amor a Jesucristo? ¿Cuál será el compromiso para toda la vida?
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Regalos disfrazados
¿Alguna vez as abierto un regalo y te preguntaste qué estaba pensando el donante?
No pondré en evidencia a ninguno de mis familiares o amigos aquí, pero basta con decir que creo que todos hemos sido el destinatario confuso de un suéter que no era de nuestra talla o una tarjeta de regalo para una tienda donde no compramos. Pero sonreímos de todos modos y dijimos lo mucho que significaba para nosotros, porque sabemos que cuando se trata de regalos, lo importante es el gesto.
El sufrimiento es muy parecido a eso: el regalo que nunca pediste y que realmente no quieres recibir. A veces miramos el sufrimiento y, como los apóstoles que ven a Jesús como un extraño en la orilla, no lo reconocemos por lo que puede ser. No apreciamos el catalizador que puede ser el sufrimiento para el cambio, el crecimiento, la gracia.
¿Cuál fue el regalo que recibiste disfrazado? ¿Fue una relación que te confundió y frustró? ¿Fue un trabajo que puso a prueba tu espíritu? ¿Un obstáculo que te detuvo en seco? ¿Un rechazo que amenazaba con romper tu espíritu?
Si vuelvo atrás y miro los peores regalos que he recibido, lo más probable es que no me gustaron porque no sabía qué hacer con ellos; eran más adecuados para los intereses de otra persona, para la vida de otra persona. Lo mismo ocurre con el sufrimiento. Estamos tentados a dejar de lado el sufrimiento cuando se nos presenta porque no encaja con la persona que somos. El sufrimiento está hecho para adaptarse a la persona que, Dios sabe, que tenemos la capacidad de convertirnos con Su gracia.
Aférrate a ese sufrimiento. A diferencia del suéter deforme, realmente será útil.
— Tracy Earl Welliver, MTS
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La Liturgia de este II Domingo de Pascua celebra el Domingo de la Misericordia. El Evangelio nos dice que ocho días después se les apareció Jesús. Bridándoles su paz entonces y ahora a nosotros. Esa paz que no se va, la que se queda en el corazón y se brinda a los hermanos y hermanas que están a nuestro alrededor. “¡La paz este con ustedes!” (Juan 20:21). Esas hermosas palabras de Jesús hacen eco en nuestro mundo, roto por el sufrimiento, en palabras del Papa Francisco en la actualidad.
“En el centro de este domingo, con el que se termina la octava de pascua, y que san Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están las llagas gloriosas de Cristo resucitado. Él ya las enseñó la primera vez que se apareció a los apóstoles la misma tarde del primer día de la semana, el día de la resurrección. Pero Tomás aquella tarde no estaba. Ocho días después, Jesús se apareció de nuevo en el cenáculo, en medio de los discípulos: Tomás también estaba; se dirigió a él y lo invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel hombre sincero se arrodilló delante de Jesús y dijo: ‘Señor mío y Dios mío’” (Juan 20:28). En el cuerpo de Cristo resucitado las llagas permanecen, porque son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad”. Sus heridas son medicina que nos curan (1 Pedro 2:24 ver Isaías 53:5). La misión de Cristo Resucitado continúa en mí. ¿Qué hago para llevarla a cabo?
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El mundo está observando
Si eres padre, sabes que esto es cierto: el mundo está observando. Todo lo que se necesita es un desliz: una mala palabra, una acción egoísta, un comentario poco caritativo, y eso es lo que tu hijo parece notar.
Cuando él o ella te lo hace notar, lo único que puedes hacer es confesarlo. "Sí, hice eso," tienes que decir. "Soy un trabajo en progreso, pero afortunadamente, Dios nunca deja de trabajar."
Creo que es justo decir que no pensamos lo suficiente en las heridas de Cristo. Es un poco comprensible, por supuesto. Nuestros cuerpos humanos se estremecen al ver tanto dolor y mortificación. Es mucho para manejar, el trauma físico de una crucifixión. Lleva una calificación R en un mundo PG.
Pero las heridas de Cristo son lo único que podía hacer creer a Tomás. Literalmente, nada más era tan poderoso, ni siquiera el testimonio de sus amigos de más confianza. Solo mirando y sintiendo la carne desgarrada, al contemplar esa realidad complicada, este Apóstol, este verdadero compañero de Cristo, llegó a creer en la Resurrección.
“Ahora, Cristo no tiene más cuerpo que el tuyo,” dice la famosa cita atribuida a santa Teresa de Ávila. Lo que ella está diciendo es que nos hemos convertido en el medio a través del cual Dios elige para cumplir Su voluntad en el mundo. Nosotros, los rotos. Nosotros, los cansados. Nosotros, los imperfectos. Sí, eventos milagrosos y apariciones todavía ocurren de vez en cuando, pero en general, si una persona va a llegar a creer en Jesucristo en esta época, será por algo por lo que los cristianos hacemos o decimos.
Ahora, Cristo no tiene más heridas que las nuestras. Nuestro quebrantamiento, nuestro cansancio, nuestra imperfección, nuestra realidad. Todo le pertenece a él y el mundo está observando.
— Tracy Earl Welliver, MTS
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“Dios nuestro, que por medio de tu Hijo venciste a la muerte y nos has abierto las puertas de la vida eterna, concede, a quienes celebramos hoy la Pascua de Resurrección, resucitar también a una nueva vida. Renovados por la gracia del Espíritu Santo. Por nuestro Señor Jesucristo…” (Oración Colecta). El Mensaje de la Pascua resuena y se repite en cada una de las lecturas de la Eucaristía del día hoy. Hoy celebramos con gozo el día más grande del Calendario Litúrgico. Hoy cantamos alegres el Gloria y el Aleluya, porque Cristo, muerto y sepultado el Viernes Santo, ha Resucitado.
Pongamos mucha atención en la secuencia que se proclama en este día y busquemos como María Magdalena al Señor: “¿Qué has visto en la mañana, María, en la mañana?”. “A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortajas. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!”. Corramos presurosos a buscarlo resucitado en la familia, en la escuela, en el trabajo, en los inmigrantes, en los enfermos, y lo más importante, en nuestro propio corazón. El Ángel también anima a las mujeres al llegar a la tumba: “Ustedes no tienen por qué temer. Yo sé que buscan a Jesús, que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como lo había anunciado” (Mateo 28:5-6). “Esta es la culminación del Evangelio, es la Buena Noticia por excelencia: Jesús, el crucificado ha resucitado. Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza. Jesús, el Amor encarnado, murió en la cruz por nuestros pecados, pero Dios lo resucitó y lo ha constituido Señor de la vida y de la muerte” (Papa Francisco). ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
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Déjalo en la tumba
Hoy, en el día más importante del año litúrgico, el apóstol Pablo nos llama.
"Te veo escondido en esa tumba," dice. "Te veo horneando con esa levadura vieja y rancia, pensando que nadie se dará cuenta."
Él lo dice con un poco más de elegancia, se lo concedo. Pero el mensaje es este: si quieres ser resucitado con Cristo, es mejor que estés listo para salir de las sombras. Busquen lo que está arriba, no lo que está en la tierra.
Puedo sentir que respondo casi por reflejo: "Gran idea, Pablo, pero estoy bastante cómodo aquí." Porque a veces es más fácil permanecer en la tumba. Es más fácil agacharse en las sombras y mirar hacia afuera a todos los demás, pensando en los cambios que podrían hacer o los pecados que podrían superar.
Hoy estamos llamados a abrazar la novedad. Nuevos corazones, nuevas vidas, nuevos futuros, nuevas oportunidades. Si hay algo que te impida hacerlo, debes dejarlo en la tumba. Es un poco aterrador, seguro, tal vez Jesús pensó eso antes de salir a la luz de esa primera mañana de Pascua. Pero nunca se horneó una barra de pan que valiera la pena comer con levadura rancia que no se levantaba. Nunca se vivió una nueva vida que valiera la pena a través de los pecados rotos del ayer. Ninguna mañana de Pascua amaneció sin la tumba vacía.
Da un paso hacia la luz. Él está esperándote.
— Tracy Earl Welliver, MTS
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En el Domingo de Ramos, también llamado de la Pasión del Señor, la Iglesia recuerda la entrada triunfante de Cristo nuestro Señor a Jerusalén para consumar el Misterio Pascual. Hoy, se bendicen las palmas que llevamos a casa después de la Misa. Ya en casa las colocamos en un lugar especial para recordar y celebrar la Semana Santa que se avecina. También, se escuchan dos lecturas del Evangelio. La primera para la procesión de entrada y la segunda de la Pasión del Señor. La Cuaresma fue un tiempo de meditación y conversión que nos guio hasta este Domingo de Ramos.
Ahora, debemos acompañar al Señor en su Pasión, Muerte y Resurrección con la celebración del Triduo Pascual. El Papa Francisco aun en este tiempo de recuperación del sufrimiento causado por la pandemia nos da un impulso a seguir confiando en la esperanza y alegría de la Resurrección. “Jesús es nuestro amigo, nuestro hermano. Él nos ilumina en nuestro camino. Y así lo hemos acogido hoy. Esta es la primera palabra que quisiera decirles: Alegría. No sean hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Sigamos a Jesús. Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús”. Palabras, que nos consuelan y animan en cada circunstancia de nuestra vida. ¿Qué haremos durante esta Semana Santa para acompañar a Jesús en su Pasión? ¿Cómo celebraremos la alegría de la Pascua? De cualquier forma que lo hagamos reflexionemos en la frase del Evangelio de hoy. “¡Bendito el que viene como Rey en el nombre del Señor!” (Lucas 19:38).
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Como sociedad, estamos muy habituados a juzgar y condenar a la ligera. En cualquier circunstancia, opinamos sin saber los hechos y fácilmente condenamos a las personas, sin conocer las circunstancias que estas gentes viven. Hoy, el Evangelio nos invita a corregir esa parte de nuestra persona que nos mete en serios aprietos por juzgar a la ligera. El Papa Francisco también nos hace enfocar en la parte importante que Jesús muestra a la mujer que fue encontrada en adulterio. “En el Evangelio de hoy Jesús salva de la condena de muerte a la mujer adúltera. Las palabras que Jesús utiliza son palabras de amor y misericordia, son palabras que invitan a la conversión”. “Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar” (Juan 8:11).
Por envidia o por coraje, los enemigos de Jesús pretendían ponerle una trampa para, de una vez por todas, tomarlo por sorpresa y poder acusarlo de no cumplir la ley. Jesús era pura bondad y misericordia, sus actos eran solo para hacer el bien a las personas. Sus milagros ayudaban a superar la pobreza y la injusticia. Ahora, después de escuchar el Evangelio, y a una semana del Domingo de Ramos, cabe que nos preguntemos lo siguiente: ¿Cuántas cosas hacemos en contra de los otros por envidia o por venganza? ¿Hemos enmendado nuestra conducta en esta Cuaresma que está por terminar? ¡Jesús, te lo pido, desde el fondo de mi corazón, enséname a ser misericordioso con los demás! “Todavía es tiempo, dice el Señor, conviértanse a mí de todo corazón, porque soy compasivo y misericordioso” (Joel 2:12-13).
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Hacer un camino
¿Cuál es tu zona de confort: emocionalmente; profesionalmente; personalmente? Todos tenemos una. Pero ¿te habías dado cuenta de que puedes tener una espiritualmente? Piensa en lo que te gusta y lo que no disfrutas en particular cuando se trata de la iglesia, la oración y la liturgia. Todos tenemos "esos cantos" ante los que arrugamos la nariz, ya sea porque son demasiado modernos o anticuados. Todos tenemos "esas personas" en nuestra parroquia cuyas ideas no nos convencen, ya sea porque están tratando de cambiar demasiado o porque parecen estar siempre mirando hacia el pasado. Además, ¿cuándo fue la última vez que te sentaste del OTRO lado de la iglesia durante la misa?
Por mucho que no queramos admitirlo, incluso (y especialmente) como pueblo de Dios, nos apegamos profundamente a nuestras propias zonas de confort personal, y tendemos a ver a los que están afuera con desconfianza.
Pero ¿y si Dios tuviera una zona de confort? ¿Qué pasaría si Él nos viera, en nuestro pecado y nuestra miseria, como demasiado "lejos" de Él mismo para alcanzarlo? Dichosamente, nuestro Dios es un Dios que "abrió un camino en el mar y un sendero en las aguas impetuosas." Nuestro Dios es un Dios que hace "algo nuevo."
El llamado a la corresponsabilidad exige que miremos más allá de nosotros mismos. Nuestros pensamientos, nuestras opiniones, nuestras preferencias: estas cosas no son importantes para el corresponsable. Incluso si hay un desierto vasto y seco de discordia, o un baldío aparentemente interminable de puntos de vista opuestos entre nosotros y nuestro vecino, Dios nos desafía a "abrir un camino" fuera de nuestra zona de confort, para que juntos podamos anunciar Su alabanza.
— Tracy Earl Welliver, MTS
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Estemos o no preparados, ya es el cuarto domingo de Cuaresma. Se supone que hemos caminado y acompañado al Señor muy de cerca en su camino a Jerusalén. Ahí será su calvario, su pasión y su muerte. Ahí será su triunfo, venciendo a la muerte con su Resurrección. Veremos con los ojos de la fe y en lo profundo del corazón, como se revela espléndidamente el corazón de Dios, hacia su Hijo amado. La Liturgia de hoy muestra la ternura de Dios puesta de manifiesto en la parábola del hijo pródigo.
¿Cómo hemos recorrido este tiempo de Cuaresma? ¿Qué ha cambiado en la vida familiar? ¿Qué enseña esta parábola para la vida de fe? San Ambrosio, ({339-397} Evangelio de Lucas), explica de manera clara sobre la parábola. “Mira cómo el patrimonio divino se les da a aquellos que lo piden. Pero no vayas a pensar que el padre comete un error al dárselo al más joven: en el Reino de Dios nunca se es menor de edad, como tampoco crece la fe con el pasar de los años. De cualquier manera, aquel que pidió su herencia se juzgó capaz de poseerla. ¡Qué bueno hubiera sido no alejarse de su padre para no conocer los inconvenientes de su edad! Sin embargo, el hijo malgasta todo y se acuerda de la casa paterna y se arrepiente y regresa al buen camino. El camino hacia la casa del padre que lo espera con los brazos abiertos. ¡Volvamos a la casa del Padre!
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El Rostro en el Folleto de Dios
Cuando una iglesia está recaudando fondos para un nuevo edificio o una diócesis está lanzando una apelación de corresponsabilidad, generalmente hay alguien, o varios, que actúa como la cara de la campaña. Tal vez sea una pareja casada, una familia o un grupo de personas que han sido particularmente activas en la comunidad y pueden hablar sobre el mérito de cualquier esfuerzo que se esté emprendiendo.
A menudo, para bien o para mal, cumplimos ese papel para Dios. Somos el rostro en el frente de Su folleto promocional. Si nos llamamos cristianos, eso significa que las personas conocerán a Cristo a través de nosotros. Eso es lo que es ser un corresponsable diario: un corresponsable todos los días; alguien que se ocupa de los asuntos de su Amo cuando no se ve al Amo.
Puede ser intimidante porque tenemos mucho equipaje y no tenemos capacidades propias. Pero luego recordamos que se nos ofrece la reconciliación por medio de Cristo, que “todo lo viejo a pasado, (y) ya todo es nuevo” (2 Corintios 5:17). Recordamos que somos los hijos pródigos, y el becerro engordado ha sido sacrificado por nosotros.
Pero es un rol que requiere compromiso. La historia del hijo pródigo es solo convincente y solo significa algo porque el hijo, presumiblemente, abrazó su reconciliación con su padre. No volvió a abandonarlo.
Así que pensemos para nosotros mismos todos los días: "Quienquiera que me encuentre se encontrará con el embajador de Cristo. Estaba muerto y he vuelto a la vida. ¿Cómo puedo hablar del mérito de esa reconciliación? ¿Cómo puedo hacer que otros lo deseen?"
— Tracy Earl Welliver, MTS
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No se puede echar en saco roto la predicación de Jesús, urge la conversión, el Evangelio evoca diversos motivos para el cambio radical de la persona. La gente le pregunta y él responde con claridad y sencillez. San Gregorio Magno (540-604. Homilía 31, 4), exhorta a las personas con una reflexión profunda sobre la higuera que no da fruto: “Con un grande temor se debe escuchar lo que se dice: Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente? Cada uno a su manera, si no hace buenas obras. Pero desde el momento que ocupa un espacio en la vida presente, es un árbol que ocupa inútilmente el terreno, porque en ese lugar en donde está, impide que ahí se ponga otro a trabajar”.
Continua su homilía. “Pero hay algo más grave, y es que los poderosos de este mundo, si no realizan ningún bien, no lo hacen producir ni siquiera en aquellos que dependen de ellos, porque su ejemplo actúa sobre sus subalternos como una sombra estimulante de perversidad… Sofocados por la sombra no reciben el calor del sol y permanecen fríos, sin el calor de Dios. Pero el pensamiento de este poderoso, cualquiera que sea su nombre, no es más objeto directo de los cuidados de Dios. Dejarnos cuidar por Dios es el mensaje de Cristo. La Iglesia administra cuidadosamente los sacramentos para que sus fieles acudan a recibir el abono por medio de ellos. Los sacramentos de iniciación cristiana son la base. Bautismo, Confirmación y Eucaristía. ¿Los frecuentas? ¿Cómo te ayudan a crecer y dar fruto en tu vida?
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Atizando el Fuego de la Cuaresma
Creo que todos podemos reconocer que hay una cierta fatiga que se apodera de todos nosotros a medida que nos acercamos al final de la temporada de Cuaresma. La próxima semana es el domingo de Laetare, y encuentro que tan pronto como esas vestimentas rosas comienzan a salir del almacén, nuestra motivación colectiva comienza a desvanecerse.
Lo entiendo. Quizás estés fatigado, yo también. Tal vez estés haciendo bien en tus resoluciones y devociones, pero corres el peligro de ir en punto muerto. O tal vez, como muchos de nosotros este año o en años pasados, no sientes que realmente has comenzado tu viaje de Cuaresma.
De cualquier manera, lo más probable es que el fuego que estaba en tu vientre el Miércoles de Ceniza esté un poco lento. Todos los fuegos eventualmente lo hacen, una vez que consumen lo que los alimenta. Así que aquí haríamos bien en recordar qué alimenta nuestro fuego de Cuaresma.
A veces hacemos resoluciones que tienen la apariencia de ser espirituales, pero también tienen un motivo terrenal. Renunciamos al chocolate con la esperanza de perder peso. Dejamos de chismorrear para agradarles más a nuestros amigos. No hay nada de malo en estos sacrificios, solo en sus motivaciones.
Cuando Moisés se quita las sandalias para acercarse a la zarza ardiente, ve que el fuego arde intensamente, pero no se consume. Lo impulsa algo inagotable, algo que no es de este mundo.
¿Tu fuego de Cuaresma es alimentado por Dios? ¿Te estás rindiendo a diario a la misma voz que resonó desde la zarza en Génesis, la voz que ordenó a los israelitas hacer lo que parecía imposible?
— Tracy Earl Welliver, MTS
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“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Amparo de mi vida es el Señor, ¿ante quien temblaré? (Salmo 26,1). Junto a Dios no se debe de tener temor. Hemos visto como la pandemia destrozó vidas, y aun vivimos las secuelas de esta experiencia mundial. Dejó a muchas personas sin hogar y sin trabajo, sin techo ni comida. Sin embargo, en medio de todas las luchas de la presente vida, la persona no se desanima, porque grande es su esperanza que le reserva el Señor al final de su combate en la vida. ¡Dios siempre ha estado con nosotros, su compasión no tiene medida!
La Transfiguración de Jesús sitúa hacia donde será el final de este camino. La Liturgia de este segundo domingo de Cuaresma, indica también lo que será la gran celebración de la Pascua. “Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí! Levantemos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Pero no sabía lo que decía (Lucas 9,33). Pedro, sin saber lo que decía, propone a Jesús detener ese momento de gloria para siempre, construyendo tres chozas, una para Jesús y otras dos para sus acompañantes. ¿Qué choza construiremos a Jesús en esta Cuaresma? ¿Cuál es la esperanza que mueve a vivir la vida con esperanza? San Juan, en su Evangelio, indica la cercanía y unidad entre Jesús y su Padre. “Ahora, Padre, dame junto a ti la misma Gloria que tenía a tu lado antes que comenzara el mundo (Juan 17,5). ¡Escuchemos a Jesús, que es el amado del Padre! Durante la semana, busque a propósito un tiempo de oración para tener unidad con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
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La Resurrección y la Hambruna Espiritual
Quiero hablar sobre estar hambriento. Te daré una descripción rápida de la hambruna, aunque te advierto que no proviene del Diccionario Ingles de Oxford. La hambruna es cuando tienes tanta hambre que te enojas. Te conviertes en un verdadero trabajo. No puedes hacer nada y probablemente no sea un placer tenerte cerca, al menos hasta que te comas un bocadillo. Todo el mundo se pone así a veces.
Nosotros también podemos ser así en nuestras almas. Es muy fácil distraerse con las hambres de este mundo: codicia, orgullo, ansiedad. Podemos ser gobernados por las necesidades de nuestro cuerpo y los deseos de nuestra mente y, al hacerlo, descuidar las necesidades y los deseos de nuestra alma.
La corresponsabilidad diaria nos llama a una reflexión constante sobre la verdad de que no estamos hechos para este mundo, como Cristo nos muestra claramente en su Transfiguración. Se revela a sí mismo en su gloria celestial, justo antes de ser privado de todas las necesidades y deseos terrenales, incluso de su propia vida. Nos muestra que para eso estamos destinados. Por esto nos esforzamos.
La Cuaresma existe para recordarnos que no estamos hechos para este mundo. Cuando te sientas espiritualmente hambriento, o como dice la Escritura de manera más elocuente esta semana, cuando tu mente está “ocupada con las cosas terrenales,” dirige tus pensamientos a la Transfiguración. Te lo prometo, es incluso mejor que tomar una barra de energía.
— Tracy Earl Welliver, MTS
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